Primeros auxilios


Se había prestado voluntario a pesar de que a la enfermera de la residencia no le había parecido buena idea.
—Tiene usted ochenta años, un masaje cardíaco sin necesidad, y a su edad, puede ser peligroso.
Las mujeres del centro no le dijeron nada, solo lo miraron raro.
Los de la partida de las cuatro se habían reído de él.
—¿Quién crees que va a querer hacer el boca a boca contigo? Seguro que abandonan la clase en cuanto te vean.
Pero no.
Allí estaban, en el polideportivo, un grupo de jóvenes, chicos y chicas, mirándolo mientras se tumbaba en las colchonetas dispuestas en el suelo de la sala de Pilates. A su lado, había una mujer como de unos cuarenta años y, un poco más allá, un muchacho que no alcanzaría la mayoría de edad. De varios tamaños, de varias edades. Los habían seleccionado, como a él, entre los alumnos de la clase de natación de las mañanas.
—Vamos a empezar —dijo el monitor en cuando apoyó la cabeza—. Óscar y Alba, ya sabéis lo que va a suceder. Ellos —explicó al resto de los asistentes de primeros auxilios— se han prestado a esto en otras ocasiones. —Se dirigió a él—. Usted, Alfonso, no tiene que tener miedo, solo notará una presión moderada.
—Lo sé perfectamente —le respondió desde el suelo—. He sido entrenador deportivo. He estado en su lugar muchas otras veces.
Conocía a la perfección qué le esperaba. Estaba deseando acabar.
—Entonces, ¿no se lo explico?
—No, no hace falta. Puede empezar.
Estaba preparado desde hacía mucho tiempo. Desde que vio a su querida Sofía dentro de aquella caja.
Alguien se apoyó en él y empezó a contar: una, dos, tres, una, dos, tres.
Desde que lo cesaron como entrenador del equipo nacional de hockey.
Una, dos, tres.
Angustia. Desde que los hijos volaron del nido y los dejaron solos.
Una, dos, tres.
Opresión. Desde que la lesión de rodilla lo relegó al banquillo definitivamente.
Una, dos, tres.
Dolor. Desde que sus hermanos se fueron a Alemania en busca de una vida mejor.
Una, dos, tres.
Ahogo. Desde los inviernos que se quedaban sin leña y los sabañones hacían mella en manos y pies.
Una, dos.
Agonía. Desde que vio llorar a su madre por primera vez.
Una.
Luz.

Desde niño. Desde siempre.