Sobre el asfalto parecían haber desaparecido para siempre las huellas del invierno...

Sobre el asfalto parecían haber desaparecido para siempre las huellas del invierno, pero él se negaba a verlo.

Su mirada todavía volaba sobre las hojas caídas de los olmos, sus brazos todavía ceñían el abrigo gris para resguardarse del frío, su cabeza aún se cubría con aquel gorro de lana azul que Sonia le había tejido una vez.

Porque el invierno seguía presente, porque para él era diciembre y no marzo. Porque ella continuaba con él. Aún con él. Tumbada en la cama en la que durante tantos años habían compartido tiempo y caricias. Tumbada ausente, pero todavía viva. Con él.


Sobre el asfalto parecían haber desaparecido para siempre las huellas del invierno, pero en su vida no cabía ya ninguna otra estación.