Las mañanas de Bella
Podría decirse que todas las noches era iguales para Bella. Cambiaba la gente, cambiaba la música y las luces, cambiaba el vaso de licor, pero en la oscuridad del club le parecían las caras de siempre, las risas histriónicas, el humo asfixiante y las horas eternas. El resto de las chicas decían que era porque Bella tenía el peor turno
Bella era Bella de noche; de día era María. Así la conocían en el barrio, por su nombre real. Así la saludaban las vecinas en el portal y así la llamaba Carmen, la verdulera del puesto del mercado, todas las mañanas cuando se acercaba a por las judías, los puerros y las patatas para dar de comer a sus cinco hijos. Y así la llamaba él, Paco, su Paco, el que convertía los besos en deseo y para el que reservaba su placer y sus jadeos.