Por siempre
Como todos los años, Lizzy
entró en la sala de música a escondidas; y como todos, no pudo resistirse a
deslizar los dedos sobre las teclas.
Se sentó en silencio en
el taburete del piano, al amparo de la deliciosa soledad que le permitía la excusa
de no saber jugar al bridge como los contrincantes merecían. No pudo esperar
más y comenzó a tocar. La mirada fija en la puerta de la habitación, los
nervios agarrotados en la garganta. Como todos los años.
Él no se hizo esperar.
El movimiento de la manilla de la puerta le provocó un estremecimiento. Imaginó
morir cuando pensó que podía ser cualquier persona menos él.
Pero no, no. Como
siempre, era él.
Se sentó en el mismo
sillón y cruzó las piernas de la misma manera que lo había hecho la primera vez
de hacía ¿cuántos, quince años? Nunca olvidaría el momento en que se dio cuenta
de que estaba enamorada de él.
Después de tantos años,
seguía teniendo aquella dulce sonrisa, sus ojos continuaban irradiando aquel
brillo y clamaban en silencio su amor por ella.
No hacían falta
palabras. Nunca las habían dicho y nunca las dirían. La vida había hecho que
sus caminos se alejaran sin remedio, como barcos separados por la tormenta.
Solo una vez al año tocaban puerto de nuevo, juntos.
Era suficiente.
Ella tocaba para él,
como la primera vez. Él se limitaba a disfrutar de ella, como siempre hacía,
como siempre haría.
Una vez al año, un solo
momento, pero era suyo. Solo de los dos.