Relato "Los zombis o ¿de quién es este brazo?"

Quién me conoce sabe que mis relatos siempre tienen un final feliz. Me gusta que un rayo de esperanza inunde las vidas de mis personajes. Así son las historias que me vienen a la cabeza y así como las plasmo. Por eso me alegro tanto que alguien me fije el rumbo de vez en cuando, que alguien me obligue a ir por otro camino distinto del que yo misma me trazo.

Ya os conté en un post anterior cómo surgió el relato de Philippe, ahora traigo un ejemplo de lo que comentaba en el párrafo anterior.

El tema para el relato que me plantearon era un poco truculento: "El protagonista se encuentra un brazo amputado en medio de la calle". Como veis completamente fuera de mi ámbito normal.

Y este fue el resultado. ¿Opiniones?

Los zombis o ¿de quién es ese brazo?

Siempre había creído que los zombis no existían. ¿Qué hacía entonces un brazo sanguinolento en medio de la calle?

Yo volvía a casa. La fiesta de la empresa hacía ya tiempo que había terminado, aunque cuatro compañeros habíamos decidido continuar la juerga en otro lado.  Pachá estaba hasta la bandera y la gente más pasada que nunca. Es lo que tienen las navidades, que bebe todo el mundo, los que más los poco acostumbrados padres de familia. Y después sucede lo que sucede… Nos quedamos un rato, hasta que Beatriz y Lucas pasaron de las risitas, las miraditas y los toquecitos a algo más y se fueron sin despedirse. Fue entonces cuando Fernando me lo propuso.

—¿Te gustan las emociones fuertes? —me preguntó.

—¿Como de fuertes?

—Mucho, lo más bestia que imagines.

“¿Por qué no?”, pensé. Fernando siempre había sido un poco fanfarrón. Fuera lo que fuese lo que tenía intención de proponerme no sería para tanto. Todo el mundo en la oficina sabía que sus fines de semana se limitaban a ir al cine con la novia de turno, eso sí, tenía la habilidad de cambiar de chica cada poco tiempo.

Le seguí con la curiosidad de ver con lo que iba a obsequiarme. 

Llegamos a un garaje vacío y sucio.

—¿Qué hacemos aquí? —le pregunté.

—Espera y verás. —Sacó una petaca del bolsillo interior de la chaqueta—. Toma, bebe un poco de esto. Te enterarás después.

No recuerdo nada más. Solo sé que hace un rato me desperté en una calle desconocida tirado en el suelo, tiritando de frío y con un espantoso dolor de cabeza. Y ahora, que he juntado las fuerzas para levantarme, me encuentro con esto, con que alguien ha perdido una de sus extremidades. Dudo entre llamar al SAMUR o a la policía, pero ¿por qué me voy a implicar en semejante fregado? 

Yo sólo quiero llegar a mi casa y meterme en la cama. Al final de la calle aparece un taxi con la luz verde encendida y yo levanto la mano, yo intento levantar la mano, yo...

Bajo la vista para toparme con un charco de sangre al lado de mi pie derecho.


Acabo de encontrar al dueño del brazo.