Nicolás
La miró de abajo arriba, con
todo el descaro del mundo, como si fuera una figura de cualquier tapiz que colgaba
de las paredes.
—Eres una de las doncellas del
séquito de la reina —afirmó al fin.
Y sin decir una palabra más, se
dio la vuelta y regresó a la misma esquina de la que procedía. Le había faltado
darle una patada para tratarla como lo haría con una piedra del camino.