¿Cómo son vuestros besos?

La semana pasada compré un libro que se titulaba “Cómo crear emoción en la literatura”.


(No me preguntéis qué tal está porque solo lo he abierto para poner la fecha de compra en él).

Parece difícil (lo de conseguir emocionar, digo), supongo que habrá unas técnicas que se pueden aplicar, pero intuyo que una parte muy importante depende del propio lector, de sus circunstancias, de sus vivencias, de su forma de ser. No a todo el mundo le hacen gracia las mismas situaciones ni tiene miedo en la misma proporción que otro ni llora con las mismas escenas.

Así que aquí me tenéis, dando vueltas a la cabeza toda la semana con este tema. Y con el que es más importante para mí, ¿y yo, cómo lo hago? ¿Consigo emocionar con lo que escribo?

Y así, pensando, pensando, una cosa llevó a otra y al final me decidí a revisar algunos párrafos de las tres novelas que he escrito hasta el momento y me tropecé con las escenas en las que los protagonistas se besan.

Aquí os las dejo junto con una pregunta que os hago a vosotros: a los que escribís, a los que leéis, a los que imagináis, a los que vivís. ¿Cómo son vuestros besos?

Los de Leire y David en “Viento del Norte”
Le rozó los labios con la lengua. Apenas fue un segundo. Ella no se movió. Después la probó de nuevo. Sabía a café. Otra caricia, pasó otro segundo interminable. Y luego otra, y otra, y otra más. Cuando llegó el beso, Leire sabía que no podría detenerse. No lo veía, pero sentía como su boca buscaba sus labios hambrientos cada vez que se separaba. Y en ese momento aquello fue toda su verdad.

Los de Martín y Luz en “Espor ti”
La besó con furia, como si intentara castigarla. El asalto pilló a Luz desprevenida y se quedó con los brazos laxos a los lados de su cuerpo. Pero, después del primer ataque, Martín comenzó a aflojar la presión y Luz pudo notar cómo el calor de su boca y la suavidad de sus labios llenaban el vacío que tenía en su interior desde hacía dos semanas. La sensación que recorrió su cuerpo fue tan intensa que olvidó cualquier cosa que hubiera pasado por su mente durante el último año y se rindió a aquel ansiado placer. Se sentía flotar en el aire. Habría jurado que, por un instante, sus pies dejaron de tocar el suelo. Aquello era como nadar en el universo. O saltar de una estrella a otra sin caerse.

Los de Mar y Gabriel en “Bajo las estrellas”
Fue como abrir la ventana al despertar y sentir cómo la brisa de la mañana se colaba hasta dentro. Fue fuego y pasión, fue verde y frescor, fue agua, fue vino, fue tierra, fue blanco y rocío, fue rojo y fue brillo, fue sol, fue luna, fue mar. Pero sobre todo fue abierto deseo.
Sus labios se buscaban, sus lenguas se encontraban, sus besos contaban todo aquello que sus mentes no habían acertado a pronunciar. Sus manos se atrevieron a explorar aquello que hasta entonces sólo habían alcanzado a rozarse con los ojos.